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¿Quién soy?






¿Quién soy?



 Si no sabes de mí como yo sé tanto de ti, escucha mis palabras cuando revientan en las piedras y ese olor a playa cuando mi brisa entra hasta tu alma al respirarla. Y si no me tienes cerca, empápate de mis historias, sumérgete en ellas como el sol lo hace cada día iluminando mi andar hasta que llega la hora de descansar, enrojeciendo mi cuerpo con su reflejo cansado de su jornada laboral, para dar paso a las estrellas que me envuelven por las noches, resguardadas por la luna que como espejo me utiliza poniendo su huella en mi postal. No sólo de ellos me visto, pues del cielo me tiño con bastos tonos de azules que dejan ver lo profundo de mi ser, oscureciendo en las madrugadas al igual que el firmamento, ocultando todo lo que hay bajo mis aposentos.
Me considero calmo la mayor parte del tiempo, pero a veces la bravura la saco a galope, intimidando a ustedes, que, con sus bestias de acero navegan en mis tierras sin perder el porte. Sí, conozco al hombre desde hace muchos años, he arrullado a pescadores en sus travesías de días en busca de alimento, y he sido el causante de sonrisas en varios surfistas que cogen mis manos para deslizarse en una tabla sin remordimiento. También se han sumergido en mí, son tantos los buzos que han conocido mis adentros; un mudo maravilloso que arropo y que ni yo he descubierto por completo. Como ven, comparto con el hombre gratos momentos, siendo sendero recorrido que muchos de ustedes han sentido. Sin embargo, he vivido el infierno al ser parte de historias de piratas, guía en conquistas continentales, y sostén de grandes batallas navales. Hiriéndome con pólvora, manchándome con sangre de derrota, cementerio de hombres que mi oleaje los adopta. Por esas guerras, se ha encendido mi furia, elevándome tan alto para absorber de un bocado cualquier barco, haciendo un torbellino con mis brazos, incluso salpicando de angustia a los caídos que de mi manto no logran huir, aunque prefiero ser salvaguarda para un náufrago y empujarlo a tierra firme para que pueda vivir.
Soy guardián de ciudades que me temen, por eso acomodan piedras sobre mí, una estructura costera que no lo llaman muro para no ofenderme, pero tiene el mismo objetivo, dividir.  A pesar de mi inmensidad soy vulnerable ante ustedes cuando ejercen sus actos de maldad, pero entiendo esa barrera, porque en ocasiones me he enojado con algunos de su especie que taladran mis profundidades para extraer mi sangre negra y otras tantas con personas que merecen mis rabietas por utilizarme de basurero creyentes que no siento, ni huelo. Haciéndome rugir, engrandeciendo mi cuerpo, arrastrando con él varias ciudades con sus monumentos, llevándome a inocentes por las brutalidades de unos que no saben respetar.
Sí, soy el ponto, mestizo por corrientes frías que se enredan con calientes abrazando con mis aguas a los continentes, quienes dispersan sobre mi cuerpo a sus contingentes, protegiendo sus fronteras, atrapando a cualquiera que invada su costera. Soy acompañante fiel de marinos, el medio para que existan submarinos, y del capitán de barco me vuelvo su amante, así como el mapa para los navegantes, que me han hecho parte de mitos de sirenas y de dioses, soy vida al bajar la marea arrastrando las piedras provocando voces. Voces de calma y relajación, susurros de amistad que les brindo en más de una ocasión, pero también soy muerte, agresivo que, aunque mi piel es dócil y se puede traspasar de un puñetazo, mi fuerza hace temblar a quien no vea tierra firme al llegar el ocaso. Soy misterio, soy cautivo, como marte un lugar desconocido. Hábitat de peces multicolores que se pierden en los corales, y de seres inimaginables tan grandes que ni toda mi agua los puede ocultar; orcas, ballenas, tiburones hasta un gran calamar. En fin, soy el tatuaje de personas que han dado la vida en altamar, el timón que sobre lleva el viaje sacudido por tormentas que danzan en mis aguas sin parar, soy la alegría de algunos que sobreviven gracias a mis bondades de dar, pero también soy el llanto de otros que han perdido a sus seres queridos al no regresar a casa después de navegar.

Soy las olas, soy su espuma, así como las algas y toda la flora marina, siendo parte de mi distintivo al igual que un gran navío, que, al avanzar sobre el celeste de mi ser se abre trecho por esa marca que deja el sol en el atardecer, embelleciendo más mi estampa para no ser cualquier divo y con todo esto que les digo, espero que puedan recordar, que soy esperanza, soy amigo o cualquier otro adjetivo que ustedes me quieran dar, sin olvidar mis hermanos que yo siempre seré el mar.

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