CAPÍTULO
IV
¿SERÁ
REAL?
Mirándome
al espejo por varios minutos, me di cuenta que la barba me creció como arbusto
de monte, perdiéndose mis mejillas entre tanto pelo y mis ojeras hundían mi
piel como un acantilado donde la oscuridad de la sombra no deja ver su final.
El cabello escondía mis orejas, cubriendo también mi frente. Estaba flaco, y
los trajes ya no me quedaban tan bien. Me tiré en el sillón, cerré los ojos
intentando dormir mas no puede. Mi obsesión por la chica de ojos azules iba en
constante crecimiento, era tan grande como esta soledad que me acompañaba todos
los días cuando no estaba dormido. Debía de pensar en otra cosa para alejarme
de esta obsesión, realizar otras actividades o simplemente salir para tomar
aire, despabilarme un poco, darle luz a este acantilado debajo de mis ojos.
Caminé
por la Condesa, me paré en una pequeña cafetería, al acercarme al mostrador la
empleada me ofreció un café pendiente, ese que lo paga algún buen samaritano
para regalarlo a un indigente. Me entró una rabieta al ser confundió con un
mendigo, por lo que respiré profundo para estar en calma y no cometer alguna
barbaridad innecesaria ya que la mujer no tenía la culpa, mi aspecto era el causante
de esta confusión. Para no faltarle el respeto acepté el café, me senté en una
mesa de afuera y al intento del primer sorbo llegó la muchacha interrumpiendo con
su voz:
-
Lo siento, las mesas son sólo para
clientes-
-
Estoy tomando un café de este lugar-
-
Sí, pero ese fue regalado por alguien que
apoya a gente como usted-
-
¿Gente como yo? … Tráeme un pastel de
chocolate-
Lo
dije con un tono enojado y de mi bolsillo saqué un billete de 500 pesos, se lo
di junto con la pregunta - ¿Ahora ya puedo sentarme? -.
Primer
sorbo al café, y la gente caminaba de un lado a otro, pellizqué mi brazo al
imaginar que estaba soñando, porque ese andar era similar a los de las personas
en la peatonal sin final o en ese bosque con el lago artificial. Pero así es la
realidad, las personas van de un lado a otro sin mirar, están en su mundo sin
percatarse de nada. Yo devoré el pastel como las noches devoraban mis sueños y
la tranquilidad del café caliente en mi garganta me dejó ver cada gota de agua
en este océano que es la ciudad de México. No cabe duda que el mundo es un
pañuelo, en la acera de enfrente, caminado con el cabello un poco más largo que
antes, iba Julieta con una mochila enorme colgando de su espalda, cámara en
mano y sonrisa de siempre. Chocamos las miradas, ya era imposible retractarse
de ese mirar, nunca fui maleducado por lo que saludé a la distancia, ella
levantó más su sonrisa y cruzó la calle.
-
¿Estás enfermo? –
Gritó
a unos pasos de llegar a mi mesa, media sonrisa escondida entre mi barba dio la
orden para responderle:
-
Después de tanto tiempo, ¿esa es tu manera
de saludar? -
-
Perdón, es que te ves diferente-.
-
Tú también, pero no para mal, te queda
bien el cabello así-.
-
Me gustaría decir lo mismo de ti—
Soltó
una risa que abrió los recuerdos de mi memoria, esos que se habían perdido, y
sonreí por completo, prosiguiendo con más preguntas:
-
¿Y qué has hecho?
-
Fui a Madrid a exponer unos trabajos,
acabo de regresar hace unos días-.
-
Oh que bien, muchas felicidades-.
-
Gracias, de hecho, ahora voy a una galería
a llevar unas fotos que tomé allá… Mira-.
De
la mochila sacó unas fotografías a blanco y negro, comencé a verlas una tras
otra, eran muy buenas, atraparon a mis ojos los cuales no se querían despegar
de ellas, al mirar la última, una sacudida interna me dejó paralizado, eran los
pilares de mi sueño, era la estatua en la parte de en medio, era esa laguna con
las lanchas. Seguía sobresaltado y la voz suave de Julieta arribó:
-
El parque del Retiro, ¿está bonito no? -.
Continué
en silencio como la noche previa a la despedida de Julieta, siguiendo
hipnotizado por esa imagen que sin haberla visto en persona ya la había soñado.
-Emilio, Emilio… Tierra llamando a
Emilio-.
-Perdón-.
- Sigues igual de despistado-.
-De
casualidad ¿allá hay un teatro o un sitio más impresionante que Bellas Artes?
-.
-
No lo sé, imagino que si, en Madrid todo es bellísimo, arquitectura antigua,
calles donde puedes caminar entre edificios enormes que no te dejan ver el…
-
Cielo-, Interrumpí y ella afirmó con la cabeza.
-
Así es, no te dejan ver el cielo, parecen callejones como los de Guanajuato,
¿te acuerdas? –
No
presté atención a lo que Julieta decía, sólo pensaba en lo extraño que era
haber soñado con Madrid sin conocerlo. ¿Por qué esa mujer apareció en esa
ciudad?, ¿realmente era Madrid lo que soñé? -Ya veo que no te acuerdas- dijo
Julieta con un poco de enfado en su voz, como si el recordar esa semana en
Guanajuato sería una especie de esperanza para que regresemos. Volteé hacia
ella, mi mirada estaba desorientada, pero dije algo coherente:
-
19 de octubre, no se me olvida, nuestro
primer viaje juntos, nos pusimos una borrachera caminando por esos callejones
infinitos, guiados por la música de la estudiantina y en el callejón del
beso…Bueno ya sabes que pasó-.
Una
sonrisa explotó en ella, sus ojos se cristalizaron con intenciones de llorar,
siempre fue tan sensible, pero era fuerte y apretó sus pupilas para que estas no
dejaran salir ni una lágrima. controlando sus emociones al cambiar de tema:
-
¿Y tú cómo vas?, ¿qué has hecho? -.
-
Renuncié al trabajo-.
-
¿Y eso? -.
-
Tengo sueños-.
-
Ojalá se te hagan realidad-.
-
Ojalá, tú lo has dicho-.
El
silencio violó el espacio, nuestras miradas se alejaron, yo seguía con la mía
perdida y ella con su sonrisa caída al ver que no había más que decir. Cuando
decidió partir, como instinto al ver que daba la media vuelta dejé salir mi voz
para invitarla a cenar, accedió y siguió su camino mientras yo me acababa el
café, viendo en mi celular imágenes de teatros y recintos en Madrid. No encontraba
alguno como el del sueño, por lo que la confusión de si la ciudad que soñaba era
la capital española quedó atrapada en mi cabeza.
El
cielo apagó sus luces y la noche despertó vestida con pocas estrellas que se
perdían en el esmog, yo aún no me arreglaba para la cena porque estaba poseído
en la computadora buscando el teatro que soñé. Sonó el timbre del departamento
haciéndome salir del trance en el que me encontraba, abrí la puerta, era
Julieta con un vestido entallado de color negro y corto, mostrando sus piernas
adornadas con unas calcetas hasta las rodillas, el escote en su pecho me dejó
mudo y antes de su reclamo por no estar listo, me abalancé hacia ella tomándola
de la cintura, acerqué mis labios a los suyos y al ritmo de un segundero le
planté un beso que no veía su final al ser correspondido. No lo pensé, sólo
actué, me dejé llevar por su belleza, lucía espectacular en su vestido, pero
desnuda se veía mejor.
Terminamos
haciendo el amor en mi cama que alguna vez fue de los dos, dejó la puerta
abierta para los orgasmos que estaban en un escondite sencillo para ser
encontrados. La noche se vistió de placer, el sexo se volvió poesía entre los
versos de caricias y la prosa de sus besos que terminaron el poema, olvidando la
cena. Sus piernas tomaron el papel de las sábanas quedando encima de mi cuerpo y
el silencio entró al cuarto amarrando nuestras bocas para que las palabras no
salieran, un suspiro de Julieta pedía que hablara, mas era imposible, mi voz
dormía dentro de mí, no quería que despertara porque al cruzar una palabra con
Julieta estaríamos a nada de volver y si ella tampoco había hablado significaba
que tiene el mismo sentir. Mis parpados bajaron sin mi permiso, giré hacia
Julieta y mi nariz respiraba de su brazo, no sé si me veía dormir, pero sentí
su mano acariciar mi cabellera causando el efecto de un sueño placentero.
Regresó
esa sala de conciertos llena de elegancia, estaba sentado en la butaca de la primera
fila, la orquesta tocaba y ella, esa de ojos azules se encontraba en medio del
escenario creando música que danzaba en el ambiente, susurrándole a mis oídos.
La música comenzó a sonar cada vez más fuerte, dejó de danzar para apuñalar las
paredes, el sonoro era ascendente, rasguñaba el ambiente con una gran
intensidad y los susurros en mis oídos se convirtieron en explosiones en el tímpano
que me hicieron despertar en mi cama vacía junto al sonido de la alarma del
reloj acribillando al silencio. Apagué el despertador y busqué con la mirada a
Julieta, fui hacia el buró para anotar mi sueño en la libreta, ésta no estaba.
Moví todo lo que se encontraba en el mueble, era inútil, no aparecía, la
desesperación envolvió mi ser, el aire me faltaba y mi respiración agitada provocó
que saliera corriendo de la habitación con la cabeza nublada, que encontró luz
al ver sentada en un banco de la cocina a Julieta, tenía el rostro avergonzado
teñido de tristeza con unos toques de coraje, esto a causa de leer mis sueños.
-Pero
¿qué haces?, deja eso-.
Le
grité con rabia, arrebatándole el cuaderno de sus manos. Ella respondió con el
mismo tono de voz:
-Así que tienes novia y yo aquí de
estúpida acostándome contigo-.
- No tengo novia-.
- Tu diario dice lo contrario, me
siento una tonta…-.
Al
termino de sus palabras se levantó con el cólera entre sus pasos y las lágrimas
susurrando sus mejillas, fueron pocas las que invadieron su rostro, pero las
suficientes para que brotaran de mí, palabras eufóricas que le detuvieran.
-No
sé qué esperabas que pasara entre nosotros, quizá fue un error lo de anoche, pero no tengo novia
y ese no es un diario-.
-No necesitas explicarme nada-. Dijo
con el enojo entre los dientes, y siguió su marcha hasta la salida. No sé porque
intentaba darle explicaciones, tal vez porque la partida con repudio la alejaría
para siempre de mí. Sé que no regresaría
con ella, pero tampoco quiero dejarla ir, así que fui hacia Julieta y la tomé
de los brazos con rudeza, ella forcejeó para soltarse y a gritos impotentes de
– suéltame cabrón - hizo que aflojara mi
fuerza, así como la agitación en mi respirar. No la solté por completo, comenzó
a golpear mi pecho, repitiendo las mismas palabras hasta quedar afónica con la
debilidad en los brazos de tanto manotazo, sacaba toda su frustración, todo el
dolor que le carcomía el alma al creer que yo estaba con otra y solo la use
como un objeto desechable. En la pausa del cansancio de sus brazos, como un
niño pidiendo disculpas con ese tono suave en mi voz, le dije:
-Son mis sueños, anoto lo que sueño
para luego entrar a ellos-.
Su
mirada era incrédula, pero su voz dijo lo contrario, quedándose para escuchar
mi historia. Le conté todo, desde cuando empezó este soñar con esa mujer. El
como me comía mis entrañas, como se apoderaba de mi vida, como fue parte de
nuestra ruptura. Le platiqué esto, porque le tenía confianza, siendo la única
persona que no me tomaría como un loco y fue calmando su ira, no sé si por amor
o por lastima de verme ahí destrozado por mi soñar, pero dejó a un lado la
histeria para llenarse de temple.
-Esta
interrogante de ¿quién es la mujer de mis sueños?, me está matando-.
-Recuerda
que no existe-.
-
Pero está en mi cabeza y mientras esté ahí, existe para mí…Realmente te amaba,
pero cambiaste. Cada vez que te comportabas diferente, esta mujer llegaba a mis
sueños y me hacia el dormir más grato que la realidad-.
Julieta
se guardó en silencio con los ojos desconsolados a punto de reventar, cogió
aire y prosiguió con ese interrogatorio:
-
Y ¿por qué el parque del Retiro?, ¿Por qué soñaste con Madrid? -.
-Es
lo que me pregunto, no entiendo el por qué, nunca he dio a España, y en mi puta
vida había escuchado de ese lugar hasta que vi tus fotos… ¿Y si es una señal?,
que tengo que ir a vivir a Europa, a lo mejor ver a esa chica significó que
tengo que buscar mi felicidad, la cual aquí no encuentro. Un cambio en mi vida
y se manifestó en ella-.
-Tal
vez todo lo relacionaste con los viajes que te contaba que hice, como el camino
de Santiago, o mi estadía en Italia y como estabas sin trabajo al principio de
nuestra relación, y como dices que me comporté al final contigo, imagino que el
crear alguien en tus sueños te hacia olvidar un instante lo ingrata que es la
realidad-.
-
No lo sé, nunca me habías hablado de Madrid hasta ayer y los otros lugares
donde estuviste no se relacionan con mis sueños, ya busqué imágenes de todos, a
parte ella siguió manifestándose después de ti, sigue en mis sueños, acabo de
despertar de un sueño con ella-.
Con
timidez Julieta preguntó con lo que soñé, suplicando con el tono de su voz que
no fuera nada romántico o sexual. Le conté todo y las horas se fueron consumiendo
junto con los cigarros, quedando sólo las colillas como las huellas en la arena
que marcan el camino que pisamos. – Hay que armar el rompecabezas de esto-,
dijo Julieta exaltada y continuó:
-Vamos
por partes, la has visto en cuatro lugares diferentes, uno ya sabemos que es el
Retiro, otro podía ser una calle de Madrid por lo que hemos hablado y los dos
últimos no tienes idea: una habitación y un teatro. La chica es morena clara y
tiene ojos azules, ¿podría ser una gitana?, le encanta el sexo, quizá sea una
prostituta. Ya sé, lo que deseas es coger con una puta extranjera.
Julieta
comenzó a reír y yo seguía armando en mi cabeza este puzle.
-
¿Y la música? Una puta no toca en una
orquesta. En fin, no vamos a llegar a nada, quizá tengas razón, relacioné algún
viaje tuyo, igual vi una modelo en la tele quedándose grabada en mi subconsciente
y tal vez escuché música clásica en un restaurante, que sé yo, todo se pudo
haber juntado en mis sueños-.
Mentía,
estaba seguro que sus ojos los habría recordado y de Madrid sólo me acuerdo
cuando veo la champions y lo que me
viene a la mente es el escudo del Real junto a su uniforme blanco. Lo de la
música era una gran calumnia porque llevaba tiempo que no comía en un
restaurante, pero las ganas de estar con una extranjera, en eso concordaba con
Julieta. – No sé porque no te creo-, dijo al par de una risa y continuó con la
palabra:
-
Sé que no estás loco, pero deberías de ir
con un psiquiatra o psicólogo, para que te ayude a resolver eso que está
perjudicando tu vida…Mírate, ya ni te preocupas por tu apariencia, mucho menos
en la higiene de este lugar, yo no puedo hacer nada porque, aunque quisiera
quedarme, seguirás pensando en ella. Sé que no esperas que pase algo entre
nosotros de nuevo, pero tu mirada me confunde y no quiero sentir estas dudas,
mejor me voy. Y de corazón te digo que te olvides de tus sueños, ya no intentes
meterte en ellos, la realidad es otra y tu imaginación nunca será real-.
El
silencio besó mis labios y Julieta se despidió sin un hasta luego o un nos
vemos pronto, se fue con el adiós entre los dientes, con un adiós para siempre.
Me quedé sentado viendo hacia la puerta que no se abría después de que Julieta
la cerrase, sus últimas palabras golpeaban mi pensar; la imaginación no es real.
Lo comprendía, empero esto que soñaba se sentía diferente, la menta de su
aliento duró días en mi alcoba, el conocer detalles de ella me hacía
enamorarme, en pocas palabras me sentía vivo y no cabe duda que, al roce de sus
labios con los míos, a tocar su piel morena, realmente la sentía. Otras dudas
alborotaron mis neuronas, ¿por qué me encontré a Julieta? ¿Por qué la invité a
cenar? Y la cuestión que sobresalía era ¿por qué me acosté con ella?
El
destino es quien baraja las cartas, pero somos nosotros quienes las jugamos. Me
puso a Julieta en esa banqueta por algo, tenía que saber lo de Madrid. La
invitada a cenar fue para follarla y diferenciar lo tangible que es lo real con
lo impalpable de un sueño, no hallé la disparidad. Y al acostarme con ella, surgió
el contarle mis problemas, el poder desahogarme con alguien, sacando todo esto
que me está matando por dentro. Tomó el papel de lo que me sugirió, fue una terapia
que necesitaba, mas no resolvió nada. Yo no estaba de acuerdo con lo que dijo,
estos sueños no se pueden olvidar pues son tan reales como la vida misma, pero creo
que se quedó esta mañana conmigo para hacerme reaccionar, para que me diera
cuenta que estaba equivocado, sin embargo, nosotros jugamos las cartas, cada persona
tiene su juego, por lo que la errante pudiera ser ella.
Si
el destino barajó para que Julieta apareciera de nuevo en mi vida, sólo fue
para entrar en una contradicción a lo que ella decía, y que en mi cabeza
naciera un pensar alocado nada racional. Ese sueño que me atacaba cada noche, deseándolo
cada día me hizo imaginar que de alguna manera podría salir a la realidad. Sí ya
lo sentía así, no era tan descabellado pensar que esa mujer de mis sueños
existiera en este mundo, no era tan disparatado hacerme una y otra vez la
pregunta contundente que me haría investigar más para solucionar algunas dudas,
abriendo otras… ¿Será real?
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