CAPÍTULO VI
¿CUÁL ES TU NOMBRE?
Un
instante es suficiente para que tu mundo cambie, y en un minuto muchas cosas
pueden suceder. Un minuto es lo que tarda en llegar el metro a la siguiente parada,
un minuto es lo que una persona corriendo hace para llegar al otro lado de la
estación y coger el metro de regreso, esperando un minuto para que aparezca en
las vías, siendo ese el mismo tiempo en que llega a su destino.
Después
de ver a esa chica de ojos azules que de mis sueños salió para aterrizar en la
realidad a través del cristal de la puerta del vagón y perderse en el movimiento
del metro que se fue enterrando en la oscuridad de los túneles, bajé en la siguiente
parada para tomar el metro de regreso. Tenía la esperanza de alcanzarla, pero
cuatro minutos es un mundo de distancia. Crucé Montera, luego la Gran Vía, continúe
por las callecitas enredadas como laberinto, ya era difícil encontrarla. No
hallaba ningún edifico naciente de mis sueños, esperaba la fortuna de ver esa
edificación antigua con la cafetería, pero la espera se alargó hasta toparse
con la noche.
Ya
no importaba, a lo imposible le desbaraté las primeras dos letras, era real
esta mujer que me atosigaba a cada noche, dándome cuenta de que yo no estaba
loco, sino la realidad. No podía dejar de reír, el sueño desapareció como las
ganas de comer, mi habitación se infestó de humo; me fumé el tabaco que días
atrás había olvidado y las dudas recayeron en mi cabeza: ¿Qué le voy a decir
cuando la vea?, ¿ella sabrá que existo? Ya estaba nervioso y aún no hablábamos.
De la nada me vino a la mente Julieta, tenía ganas de contrale que era real
todo esto, pero no sé si la iba a lastimar, porque muy en el fondo ella quería
volver conmigo; Lo descubrí esa mañana después del sexo, lo vi en su mirada
tímida al saber de esta mujer de mis sueños, lo sentí cuando me acariciaba la
cabeza en la madrugada mientras yo reposaba junto a su brazo, lo viví cunado le
hacia el amor como nunca lo habíamos hecho, rompiendo cualquier regla de lo
prudente, conectándonos como dos enamorados de años que se conocían cada rincón.
Pero quería contárselo a alguien, que el mundo supiera de este descubrimiento y
si no era a Julieta, a quien se lo contaría, por lo que el mundo debía de
esperar.
El día lo pasé dopado por esta droga
de ojos azules y sonrisa perfecta. La esperé en esa banca que noches atrás me
había acompañado cuando el atardecer se oscureció diciéndome que no vendría esa
mujer. Miré hacia los bares, los meseros guardaban las sillas, las prostitutas asomaban
las narices a sus relojes, continuo de una mueca, el McDonald’s repleto de turistas y las luces de los coches me decían
que ya era la hora. Giré hacia la salida del metro. La gente comenzó a subir
las escaleras poblando toda la calle, entre los rostros cansados, vi esos ojos
azules distraídos por un celular, caminé hacia ella y la interrumpí.
-
Hola-
Me
miró extrañada, vio a un tipo desconocido, con unas prominentes ojeras, flaco y
cabello desordenado, podría darse la media vuelta y huir de este intento de
vagabundo, pero en cambio, sonrió a medias respondiendo con un hola, para
proseguir su andar. Yo iba detrás de ella con las palabras saliendo de mi boca.
-Disculpa-
Frenó
en seco, giró hacia mí y dijo.
-
¿Qué necesita?
-
Saber tu nombre-
Con
la confusión pintada en su rostro, permaneció callada y siguió su rumbo. Le
seguí las huellas, respiraba de su aroma, ella aceleró el paso al sentirme a
una distancia imprudente. Avanzó entre las calles zigzagueando de una a otra,
intentando perderme, sin embargo, mi caminar era insistente por lo que se
detuvo nuevamente.
-
¡¿Qué coños queréis?!-
-
Ya te dije, saber tu nombre-
-
No lo conozco, aléjese o llamo a la
policía –
-
Si nos conocemos-
-
¿De dónde? –
No
sabía que responderle, porque si decía que, de mis sueños, ya me estuviera
deteniendo la policía. Tenía que inventar algo para poder seguir conversando.
-
Bueno en sí no nos conocemos, pero te he
visto… En Ámsterdam en las orquestas juveniles, yo estaba con la de mi país-
-
Ah vale, ¿Qué tocáis? –
Sólo
me vino un instrumento a la mente y era ese que la acompañaba siempre en mis
sueños.
-
El oboe-
-
Coño, yo igual, que guay-
Sonreí
de alivio, ahora podría saber su nombre, o quedar para salir. Pero hizo una
pregunta la cual contesté con una estupidez para los conocedores, aunque lo
hice con una seguridad que te cagas y por un momento pensé que sabía del tema.
-
¿Usas caña americana o europea?
-
De las dos, a veces una, luego le cambio,
hasta asiática-
-
Eres un gilipolla, y vete a tomar por culo
o le hablo a la policía-
Siguió
su camino mientras yo me quedaba en media calle viéndola irse sin saber su
nombre, sin saber más de ella. Me llevaría tiempo poder entablar una
conversación con esa mujer, por lo que decidí investigarla a distancia,
seguirla día y noche sin que me viera, y a lo lejos como águila en plena cacería,
le vigilaba su andar, cada movimiento que hacia no me lo perdía, así fui
descubriendo donde estudia, donde trabaja y lo más importante, supe en donde se
encontraba ese edifico antaño en el que vivía.
Hablar
con ella me llevaría más tiempo de lo pensado, seguir pagando un hotel modesto
quedaba fuera de mi presupuesto, debía de buscar una casa vacacional que renten
por semana o por mes. El centro era carísimo por lo que me adentré a la ciudad,
llegando a una calle decente no muy lejos del centro de Madrid. A unos pasos de
la misma se encontraba la entrada del metro de Francos Rodríguez. Era perfecta
la ubicación para no agarrar taxi o perderme entre las calles caminado, sólo
doce minutos en metro era el tiempo de esta calle a plaza del Sol. Lo único que
quedaba era encontrar alguna casa o departamento en renta a un precio
accesible. Avancé pasando edificios y al final antes de toparme con un parque,
había una casa de madera, la cual no se caía a pedazos porque sabía que yo venía,
las ventanas parchadas con unas tablas me decían que estaba desesperada por ser
rentada, el techo desmoronado por el tiempo suplicaba la presencia de una
persona, igual que el letrero carcomido de alquiler. Llamé al número que venía
en el letrero y una voz agarrosa contesto:
-
Diga –
-
Buenas tardes, ¿con quién tengo el gusto?
–
-
Con don Manolo Alcalá, ¿Quién habla? -
-
Hola don Manolo, soy Emilio, hablo para
saber información sobre la casa que alquila en la calle María Auxiliadora-
-
Son 1000 euros por mes, mínimo un año-
-
Y ¿no lo renta como vacacional?, por
algunas semanas-
-
No lo tenía contemplado. -
Hizo
una pausa larga como la distancia de México a España, el silencio en el auricular
habló por mí, no me quise ver insistente porque esa voz agarrosa se escuchaba corajuda
teñida de terquedad, y si la provocaba podría exaltarla o simplemente colgarme.
Y al paso del silencio regresó ese sonido agarroso de su voz:
- ¿Está usted cerca de la casa?
- De hecho, estoy en el locutorio a una
cuadra de ahí-
-Vale, lo veo ahí en 20 minutos, para
hablarlo-
-Gracias, nos vemos-
Me
fumé dos o tres cigarros en la esperada de Manolo, las colillas caían en el
suelo frente a la casa y los pasos de él se aproximaban. Un hombre de cincuenta
y tantos, estatura baja, con sobrepeso, poco cabello y una barba canosa más
desarreglada que la mía, en su mirada se veía la fatiga de la vida junto a la
desilusión que le ha dado la misma.
-
¿Emilio? –
-
Que tal Manolo, un placer conocerlo-
-
Igual. Mira no tenía pensado realmente eso
de alquilarlo por vacaciones, pero ya lleva tiempo deshabitada y es que
necesito la pasta. ¿Cuánto tiempo pretendes quedarte? –
-
No lo sé, un par de semanas, quizá más-
-
La semana la alquilaría a 300 euros, pero
si quieres el mes como te dije pido 1000, sin necesidad de quedarte el año –
-
¿Está habitable? –
-
Vamos a verla-
Abrió
la puerta y el polvo bañado de anécdotas vividas salpicó en mi nariz, vi los
ojos de Manolo quebrándose al entrar a la casa, se empañaron de historias que
no quería contar y yo no debía de preguntar. La casa estaba amueblada, imagino
que intacta desde la última vez que alguien vivió en ella. Vimos cada
habitación excepto una, que Manolo se saltó sin decir nada. No le di
importancia ya que sólo necesitaba un cuarto para dormir, un baño y la cocina. -Me gusta- dije con voz sonriente y continué
con la palabra:
-
Sólo que se sale un poco de mi presupuesto, andaba buscando algo más económico
–
-
Joder macho, es el mínimo, es grande y aquí nadie te va a tocar los huevos –
-
Lo entiendo, pero…
-
Y a todo esto, ¿qué te trae por Madrid? –
-
Una chica –
-
Siempre es una chica, ¿cuánto lleváis juntos? –
-
No, no me conoce-
-
Coño, eso es raro de cojones. Vienes desde tu país para ver a una tía que no
tiene ni puta idea de quién eres, eso es tenerlos gordos o ser muy gilipollas –
-Nos
hemos visto y quedé pasmado, por eso estoy aquí para conquistarla, usted sabe
cuándo te pega el amor ni cómo sacártelo-
Manolo
se guardó en silencio, quedó pensativo como si mis palabras acuchillaran una
parte de él que ya estaba cerrada y con el filo de las mismas volví abrir eso
que se refleja en sus ojos.
-
Se lo que dices, estuve casado con la
mujer más maravillosa del mundo, era un pan de Dios, era el motor de mi vida,
pero todo lo bueno algún día tiene que terminar-
-
Lo siento –
-
No lo sientas. La vida llega como la
muerte, uno nunca la espera. Llevo ya tiempo viudo, más solo que la una. Coño
no sé por qué te digo esto, no me hagas caso… Mira me caes bien, se ve que eres
buen chaval, si te interesa la casa, vale, te la dejo a 200 la semana, 900 el
mes. Necesito la pasta y si sigo esperando a que alguien pague lo que pido,
esta casa se caerá a pedazos-
-
Vale, muchas gracias y perdón por lo
anterior –
-
Descuida, ¿cuándo te instalas?
-
Por mí, ahora mismo –
-
Venga, bienvenido a tu casa temporal y
ojalá que te haga caso esa chica, que se ve que eres majo-
Le
sonreí por lo que me dijo y continuamos caminando por el pasillo de la casa, me
asomaba en cada habitación como niño ilusionado con un juguete nuevo. Al pasar
por esa puerta saltada, me detuve para mover la perilla, Manolo la quitó con su
mano y me miró con la misma fuerza de su voz:
-
Esa habitación permanecerá cerrada, como
si no perteneciera a la casa, ese será el trato el descuento. Esta habita y el
cuarto que está al fondo del patio ni olerlos, ¿entendido? –
No
sabía que contestar, mi rostro asustado daba la respuesta y Manolo al verlo lo
trató de calmar con sus palabras:
- Era la habitación de mi hijo y sigue intacta,
no quiero que nadie entre ahí, ni al cuarto de afuera, que también está lleno
de recuerdos de él y de mi mujer-
- No se preocupe, no tengo intención de
ocupar más que una habitación y no me entrometeré en sus cosas –
- Vale, te lo agradezco, aún no supero su
perdida y esa habitación es lo que me queda de él, aunque no la he visto en
años, pero sigue igual que la última vez que durmió en ella –
-
Perdone mi atrevimiento, pero ¿qué le pasó a su familia? -
-
Un accidente en coche. Yo estaba saliendo de la panadería mientras mi mujer
esperaba el semáforo en la esquina de enfrente para irme a buscar. La luz verde
apareció de repente, al igual que la sonrisa de ella y de mi hijo al verme ahí
plantado con una gran bolsa repleta de panes. Mi esposa aceleró y una hija de
puta saltó en rojo estrellando su coche contra ellos. Murieron al instante,
solté los panes al mirar la colisión y corrí al auto con la esperanza de que
siguieran vivos. Al abrazar a mi hijo se me destrozó el alma, me sentí
impotente, débil, pero con algo de fuerza para mirar hacia el coche de la
joven, la cual enredó su mirada con la mía y huyó corriendo ante los ojos de
todos que no hicieron nada para detenerla. Me quitó lo que más amo en la vida.
Llevo cuatro años buscándola, no he podido descansar, esa mirada me atormenta
cada noche… Sólo quiero que se haga justicia.
-
¿Y el coche de ella? ¿La policía no
investigó el nombre y dirección de la chica?
-
Era de un tío que ese mismo día denunció el robo. No le creí nada, pero la
policía sí. Al final ya no se supo nada del caso, él perdió su coche y yo a mi
familia.
Hizo
una pausa y su voz agarrosa se fue rompiendo por la tristeza que soltaba.
-
Llevo más de dos años sin vivir en esta casa, porque es un puto infierno
despertar sin ellos. -
No
supe que decirle, su mirada caída, su cuerpo derrotado me daban lástima, en sus
palabras buscaba a un amigo con quien desahogarse, por lo que le ofrecí mi
tiempo.
-
Lo siento muchísimo y de verdad cuando
guste platicar de lo que sea, aquí estaré, recuerde que soy nuevo en el barrio
y conocer personas no me caería nada mal –
-
Gracias majo, y disculpa por profundizar
en el tema, pero coño… hoy tenía que sacarlo.
-
No se preocupe, yo también le contaré como
voy con mi enamorada.
Don
Manolo sonrió y salimos de la casa junto con el atardecer que se apoderaba del
cielo madrileño. 12 minutos para llegar a Plaza del Sol y caminar calle arriba
por Montera para encontrarme a la distancia con esa mujer que aún no sabía su
nombre. Como una estampa iluminada, brillaba ante todas las personas que
caminaban por Montera, su rostro mostraba fastidio. Detrás de ella un tipo alto
con el ejercicio pintado en su cuerpo le hablaba con reclamos, ella seguía su
marcha sin mirar a otras partes más que al suelo que pisaba. Cruzaron la Gran
Vía, y yo les pisaba los talones, preguntándome ¿Quién era ese pendejo? Me escondía entre los coches y los portones de
los edificios para no ser visto, los seguía con la mirada, sentía su enojo y
escuchaba los reclamos de ese tipo:
-
¿Pero por qué quieres mandar todo a la mierda…? Fue un error, no significó
nada, joder-
-
Déjame coño, vete con esa zorra que te follas, no quiero saber nada de ti, hijo
de puta…
-
No me follo a nadie, fue un desliz de nada, porque con tus mierdas de la
orquesta no tienes tiempo para mí-
Ella
se detuvo en media calle, lo miró a los ojos con una rabia que el azul de ellos
se vistió de gris como una tormenta que pronto iba estallar al ritmo de sus
palabras.
-
Me cago en tu puta madre-
Y
una bofetada, le puso punto final a sus palabras. Él se agarró su mejilla
sobando el dolor que le propinó e hizo un ademan de soltarle un golpe, y un
grito mío interrumpió su intensión. Los dos voltearon hacia mí, yo caminé lento
hacia ellos, el miedo se apoderó de mi cuerpo y mis palabras fueron bajando su
intensidad.
-Aléjate de ella, que no la
escuchaste-
- ¿Y tú quién coños eres? –
- Que te valga madre, y hazle caso. -
-
No te metas en donde no te llaman, esta tía es mi novia, así que te vas a tomar
por culo o te reviento a hostias-
Se
me acercó a una distancia en la que no podía escapar o esquivar un golpe, ella se
interpuso entre los dos empujando a su novio.
-
No soy nada tuyo, que te quede bien claro. No la líes en plena calle y vete de
una puta vez, que ya no tenemos nada de qué hablar-
-
¿Quién es este tío? ¿Me engañas con él? ¿Qué vacile es este? -
-
Sergio, por favor–
-
Entonces ¿quién coño es este gilipolla? -
Ella
me miró para buscar respuesta, pero el silencio fue largo que su novio lo tomó
como un engaño.
-
Hija de puta… Pero si eres peor que yo –
Sergio
la empujó y al tiempo que yo la iba a sostener, él me dio un puñetazo en el
rostro, tirándome al suelo. Los golpes de mi accidente regresaron con un dolor
más intenso, no podía levantarme. Ella lo golpeó en el pecho, gritándole tantas
cosas como si me conociera de tiempo atrás, aunque esa reacción nacía del
coraje que traía por lo que le hizo, pero yo lo sentí como si le importara. Y a
cada golpe acompañado de gritos de histeria iban alejándolo de ahí, yéndose con
la rabia en sus puños, pensando lo peor ya que ella no lo refutó.
Me
levanté mareado, ella me vio a los ojos y dijo gracias, siguiendo su camino, ni
preguntó como estaba, ni se quedó a charlar. Caminó rumbo a su estudio y antes
de doblar la esquina, giro hacia atrás, miró como la veía con los metros que nos
iban separando. No me moví, quedé pasmado, adolorido por el golpe. La veía como
en mis sueños esperando que regresara hacia mí, oscureciendo todo a nuestro
alrededor para sólo quedar nosotros, pero en cambio soltó un gritó que hizo más
interesante lo que pensaba que podía suceder…
-
Oye… ¿Cuál es tu nombre? –
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