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Relato corto " LA BANCA"





LA BANCA

En la adolescencia se vive el primer amor, ese de ojos azules, de sonrisa coqueta, que te hace sentir mariposas en el estómago, llenándote de alegrías, pero también de llanto con el adiós que no esperábamos. Ese adiós por culpa del destino representado por tus padres, que te mandaron lejos, más allá de donde yo pudiera llegar. Esa despedida en la banca, frente al mar infinito que contrastaba con la ciudad palpitante de luces, cortada tajantemente dejando libre una pradera marchita que se acurrucaba a la orilla de la montaña, en ese lugar hermoso, dijiste lo peor que le pasó a mi vida. Para unos el primer amor no se olvida, porque no hay nada en el mundo que genere la misma sensación, y para otros como tú, siguen su vida, dejan pasar los años y con ellos las cartas de amor que se van guardando en el recuerdo del pasado, que se van muriendo en el olvido y de pronto ya no hay respuesta a mis cartas, inútil gastar más tinta cuando tus sentimientos ya se habían esfumado con el paso del tiempo, el cual, te entregó nuevos amores, dejando en el año correcto, en el momento indicado a uno que te conquistó hasta el punto de llevarte al altar, sellando ese amor con un hijo al año siguiente, ese niño que te llenó de felicidad, la cual continuó al regresarte al pueblo, formado tu vida aquí. Diecisiete años después te volví a ver, estabas en el supermercado comprando no sé que, no me fijé ya que lo único que miré fue esos ojos azules en ese rostro blanco teñido con huellas de la edad, que guardaba una sonrisa coqueta, desbordándose cuando dije hola y en mi estómago volvieron las mariposas. Una mirada intima nos cobijó, luego unas risas de nervios como dos adolescentes a pesar de casi tener los cincuenta, para dar pie a una pequeña charla que nos puso al corriente de nuestras vidas y al termino de las palabras ese adiós nuevamente, sin embargo, esta vez te pedí vernos para platicar, recordando viejos tiempos. Un silencio danzaba sobre ti mientras pensabas tu respuesta. –No es apropiado- dijiste, por lo que dejé a un lado el invitarte a comer, o ir por un café, debíamos ir al lugar menos imprudente, esa banca que con los años se destiño, pero ahí seguía olvidada por todos, menos por mí.
Accediste a ir con el temor a flote, como si fuese un pecado el charlar con un ex novio de la adolescencia, y lo era. No por el hecho de ir a platicar, sino por el sentimiento que surgió en ti, ese que habías escondido en tus adentros, enterrándolo para no volverlo a sentir. Y en una tarde cualquiera, de esas que no se espera nada, me encontraste, aceptaste ir a esa banca y el sentimiento floreció. La primera vez hablamos de anécdotas que vivimos juntos, para pasar a nuestra vida laboral, así como la personal, dejando palabras para otra visita a la banca. Esta fue con más silencios para admirar la postal que nos brindaba el sitio, o quizá por esa flor que te regalé. No sé que hiciste con ella, si la tiraste o la guardaste en un florero, diciendo que la compraste camino a casa, si fuera esto último tuviste que decirlo las siguientes semanas. No quise preguntarte lo que hiciste con ellas, no era de mi incumbencia, mucho menos meterme en tu matrimonio, pero esos ojos azules se impregnaron en mí a cada semana que pasaba, junto con las charlas, las flores y un beso, un tímido beso que tus labios lo aprensaron recordando el pasado, después de eso, los besos surgieron con más intensidad. Pasabas más tiempo en la banca que con tu familia, tus floreros rebosaban de rosas, el pretexto que dabas continuó vigente y mi amor por ti ya era incontrolable. Sin embargo, el destino apareció. Una tarde en la banca con el sol a punto de morir en el ocaso, nos dijimos todo o quizá fui sólo yo, pero planeamos un futuro a pesar del presente que teníamos, y nos citamos al día siguiente en esta banca para comenzar una nueva vida. Esa noche le confesé a mi esposa lo que sentía por ti, la hice romper en llanto, pero era más cruel seguir con ella sin amarla. Fue un adiós seco como el que me dieron mis hijos, y la tarde siguiente llegó, esperándote en la banca con una flor. Pasaron las horas, el sol se ocultó y nunca llegaste. Era la graduación de tu hijo, el amor de una madre como el de una familia es más fuerte que el primer amor que olvidaste con el tiempo y que fugazmente lo saqué a la intemperie, pero para ti no era lo mismo que para mí, lo guardaste como un bonito recuerdo del pasado y supiste amar tu presente que lo fuiste forjando con los años. Yo en cambio, me quedé atado a ti, a pesar de hacer mi vida, mi corazón te lo había entregado, por lo que quedé ahí en la banca, esperando con flor en mano, cada semana, cada mes, cada año. Las arrugas invadieron mi rostro, la andadera se hizo parte de mis piernas, y ahí seguía en esa banca con una flor… Esperando quien sabe que.


Comentarios

  1. Que triste, aveces un apego emocional, que brinda seguridad, pertenencia no es sinónimo de amor y hay corazones temerosos a los que se les escapa el amor.

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