CAPÍTULO VIII
QUIÉN LO HIZO
La
mañana la pasé reparando la puerta de la habitación, cargando unas ojeras de
cansancio y preocupación. El apetito no apareció hasta unas horas después
cuando el sol golpeaba en lo más alto del cielo. Fui a comer a esa cafetería en
donde mi presencia ya era parte del lugar, pareciente a lo que viví en el bar
que concurría en la ciudad de México. Invité a don Manolo para no comer solo,
siendo la verdadera razón el sacarle información de su hijo. Platicamos un rato
sobre mis avances con la chica que cortejaba, se llegó al tema de que tocaba un
instrumento y así abrí la interrogante de que si él tocaba alguno.
-
No, nunca aprendí, pero a mi hijo le
gustaba la guitarra, molaba mucho-.
-
¿Iba a clases? –
-
Aprendió solo, con eso de internet y
YouTube, se encerraba en su cuarto para ver vídeos, practicaba horas y horas-.
-
¿Y nada más le gustaba la música, o hacía otra
actividad artística? -
-
Prefería los deportes-
Mi
cabeza comenzó a pensar a mil por hora, brotando hipótesis de que la pudo
conocer en algo relacionado con la música, sin embargo, lo de los dibujos no lo
tenía claro, pues parece que no dibujaba o al menos su padre no lo sabía. Tenía
que indagar más en ese tema para encontrar respuestas.
-
Yo en mi adolescencia dibujaba, no era muy
bueno-.
-
¿Y qué dibujabas? -
-
Caricaturas, a mis padres, amigos, no sé,
todo lo que se me ocurría –
-
Fíjate que a mi hijo….
Y
un grito de enfado interrumpió nuestra charla, proveniente de un pleito de
pareja del edificio.
-
Vete a la mierda mujer, te vas a
arrepentir coño –
-
Pero no te he hecho nada cari, entiéndelo.
Te perdoné lo pasado, y no estoy haciendo nada malo, no los conozco coño-
La
voz de Ana repicó en mi oído por lo que me inquieté, ¿volvió con su ex?, ¿por
qué los gritos?, ¿qué le habrá hecho?
Me
levanté de la mesa, don Manolo se extrañó por mi actitud y acto posterior su
mirada siguió a la mía que se abalanzó hacia la ventana del café, frente a ella
pasó con lentitud Sergio volteando hacia atrás, gritando eufóricamente con la
rabia en cada palabra que escupía. Algo grabe le tuvo que hacer Ana para que
actuara de esa manera, tatuado de furia que salpicaba a golpes de gritos que
dañaban a ella y empañaban el cristal de la ventana. Don Manolo quedo
anonadado, como si hubiera visto a un muerto, su mirar se quedó aferrado en
Sergio, esa mirada profunda en donde los recuerdos se reflejan en sus pupilas.
-Me
tengo que ir- dijo repentinamente dejando unos euros en la mesa. Su cabeza se
sacudía de un lado a otro, pero su andar iba fijo de tras de Sergio.
Salí
sin saber a dónde ir, si de tras de él o con Ana que su llanto escurría por las
paredes del portón. Miré hacia don Manolo quien se detuvo en la esquina viendo
a Sergio cruzar la calle entre rabietas y paso veloz. Quedó con la mirada
perdida observando al novio de Ana hacerse cada vez más pequeño por culpa de la
distancia. Al perderse de su vista, Manolo cogió camino hacia otro lado con la
cabeza cabizbaja, y las dudas en su andar.
Al
ver que tomó otro rumbo, fui con Ana. Estaba llorando sentada en los escalones
del portón, ese llanto no se detenía hasta que escuchó mi voz.
-
¿Estás bien?
-
Joder te dije que me dejaras en paz, ya no
quiero más problemas-
-
¿Qué te he hecho? Solo quiero hablar -.
-
¿Qué me has hecho?
Ana
se levantó, limpió las lágrimas de sus mejillas y continuó con la palabra.
-
Me has seguido como un loco durante
semanas, tuve problemas con mi novio por tu culpa y por la hija puta mejicana que
tienes por novieta. -
-
¿Julieta?... Perdona Ana, Yo no sa...
-
Joder, ¿sabes mi nombre?... Aléjate,
colgado de mierda -
Me
acerqué a ella con las disculpas en mi boca, pero retrocedía a cada paso que daba
y un grito de ayuda resopló en la calle. Le pedía que se calamara, ella
continuó gritando y retrocediendo hasta toparse con la pared. El llanto y
suplicas de ayuda me empujaban a caer en la desesperación, abriendo la puerta
del estrés. Sentía la mirada de los vecinos, pero ninguno hacía nada para
interponerse en medio de los dos, continúe avanzando hasta sentir su respirar.
Su llanto besó mis manos y entre dientes repetía -ya no quiero problemas, vete,
vete ya-. Estaba tan cerca de ella, como todas las veces de mis sueños. No dudé
en abrazarla para que guardara la calma y al instante de sentir su piel, se fue
rompiendo en cachitos cayendo como confeti. Desperté sentado en ese café cutre
que estaba hasta reventar de gente. En mi mesa me esperaba el final de un café
cortado mientras yo miraba confundido a todas partes sin saber que estaba
pasando. Lo sentí tan real, nunca imaginé que fuera un sueño. Me pellizqué para
saber si aún continuaba dormido y sentí el intenso dolor en mi brazo de estar
despierto. No recuerdo a qué hora me dormí o el momento en llegar aquí. El dueño
de la cafetería se acercó al ver mi rostro asustadizo con notas de confusión.
- Qué pasa, tío? Te quedaste dormido un
tiempo cojonudo, ¿Quieres la cuenta o vas a seguir esperando al señor del otro
día?
-
¿Qué?, ¿Cuál señor?
-
La semana pasada viniste con un señor de baja estatura, ¿no te acuerdas?, os
fuisteis rápido por un griterío que hubo afuera. Y cuando te serví el cortao,
no pediste nada de comer porque esperabas a un amigo, y como siempre te veo
solo… Ese señor es la única persona que te ha acompañado, imaginé que era ese
amigo. Además, es igual que tú, desde hace días se para frente a la calle y
observa el edifico… ¿qué coño tramáis?,
¿acaso sois ladrones?
-
No para nada… Aquí vive su ex mujer y una chica que me gusta-
-
Cuidado con la chica, que tiene novio y es un gilipolla–
-
¿Usted como sabe quién es la que me gusta?
-
Desde aquí uno se entera de mucho-
-
¿Qué más sabe?
-
Solo digo que vayas con cuidado, aquí los vecinos son muy fisgones así que te
recomiendo que no montéis jaleos y menos por la noche que es para dormir… ¿La
cuenta?
Quedé
más aturdido que nunca por lo que dice este señor, ya había venido varias
noches haciendo escándalo, ¿por qué no me acuerdo? Pensé que eran parte de mis
sueños, y si la ataqué esa noche del pijama corto que según yo fue puro soñar,
estoy hasta la madre de esta puta confusión. Ahora lo que viví con don Manolo,
tal vez algo de eso fue un sueño o quizá todo. Malditas pastillas tengo que
dejarlas, me están perturbando, debo calmarme, respirar profundo e ir limpiando
lo que fue producto de mi descanso y guardar lo que es real.
Al
salir de la cafetería recordé lo que en el sueño me dijo Ana antes de que se
desbaratara en mis brazos. -Mi novia mexicana-… Julieta fue a verla, ella le
hizo algo o es parte de los problemas. Debía de encontrarla para aclarar esto,
pero en donde podría estar, demasiada ciudad como turistas… Una vez fue suerte
ya dos sería un milagro.
Caminé por la ciudad, desde Plaza del Sol
hasta toparme con la estampa impresionante de la puerta de Alcalá, ahí me
detuve un instante para contemplar dicha arquitectura, me quedé ido, esperando una
pista para saber dónde está Julieta o entender lo que pasa en mi cabeza y en
esta realidad dispersa en la fantasía de mi soñar. Un letrero en la esquina en
el cual venia escrito “paseo del Prado”, era la pista, esa señal que estuve
esperando en todo mi andar. La exposición de arte de Julieta en el museo del
Prado, ella estaría ahí y yo a unas cuantas cuadras de descubrirlo.
En
una pequeña parte del museo se presentaba la exposición de varios artistas
latinoamericanos. Anduve entre esculturas, pinturas y fotografías, busqué el
rostro de Julieta entre la gente mas no lo encontraba y menos sus fotografías
colgando en las paredes de este lugar. Me sentí como un tonto, investigando
algo que vino de mi imaginación, ¿por qué tanta importancia a mis sueños?
Al
dar la media vuelta para retirarme, en un extremo había un pasillo olvidado por
los turistas, solo estaba un pequeño grupo de personas admirando unas fotos. Me
atrapó una imagen a lo lejos, resaltaba a pesar de la distancia. Una foto en
blanco y negro de unas manos delgadas tocando un oboe, tan simple y a la ves
potente, fui acercándome a esa parte de la exhibición y entré al mundo de
Julieta, inconfundibles sus fotografías. Ahí estaban algunas de las que vi en
la cámara ese día que se fue para siempre de mí. Cada vez que me adentraba a
las imágenes aparecían más y más de Ana. De pronto, veo en el fondo de una ese
ventanal de su estudio, en otra la cama. - Hija de puta, si fue a su casa- mis
sueños no se equivocaban. Enfurecí, respiraba agitado mientras mis ojos se
enganchaban en cada persona del sitio en busca de Julieta. La vi sonriente,
cabello desalineado y un vestido entallado. Hablaba con unos señores al momento
que fui hacia ella, para cogerla del cuello y estallarla con fuerza en la
pared.
-
¿Qué chingados le hiciste a Ana? -
La
gente comenzó a exaltarse, los señores que hablaban con Julieta me agarraron
para que la soltara, pero mi fuerza pudo más, resistiendo empujones y toda
acción para separarme de Julieta.
-
Responde chingada madre, ¿por qué
estuviste en su estudio?... ¿La golpeaste?
Julieta
estaba aterrada, no podía hablar y sus ojos escupían lágrimas de impotencia.
Los guardias me detuvieron, uno de ellos puso su antebrazo en mi cuello,
ahorcándome para debilitar la fuerza en mi brazo y así poder soltar a Julieta. Otro
golpeó mis costillas logrando doblarme para la postre sostener mis manos por mi
espalda. Quedé desarmado, aunque mi mirada seguía aferrada a Julieta, y por más
que ella se agachaba sentía los bofetones de mi mirar. Me sacaron del museo a
golpes, dejándome tirado en la calle. Me levanté lentamente para avanzar a unos
metros prudentes del museo esperando a la salida de Julieta.
Pasaron
las horas, las personas se iban del Prado otras entraban, el cielo mudó de
piel, cayendo ese azul celeste para enrojecer en el descanso del sol, que al
desaparecer se llevaba con él ese color rojo del atardecer, oscureciendo el
cielo, iluminado únicamente con la luna y algunas estrellas que poco a poco
despertaban. Y a la última estrella que saltó, Julieta hizo lo propio del
museo, acompañada de otras personas sonrientes que no paraban de hablar en el
camino que cogieron rumbo a algún bar de la ciudad. Julieta seguía preocupada,
volteando a todas partes, con los brazos cruzados y una gabardina negra que la
cubría del frío de las noches madrileñas. Yo iba de tras de ellos escondiéndome
entre los peatonales que avanzaban a un ritmo más lento, y al quedar desnuda la
calle, me pegaba a la arquitectura de los edificios, Julieta volteaba hacia
atrás, sé que sentía mi presencia, pero no me veía, me perdía entre la
oscuridad y la niebla nocturna que dejaban atrás a cada paso que daban.
Entraron a un bar, yo aguardé afuera sentado en una banca de la acera de
enfrente. Después de una hora, Julieta dejó
el bar, caminó sola hasta el metro que se encontraba a una cuadra. Estaba
angustiada, lo noté en esa mirada alerta y en su respiración agitada
olvidándose del frío que atosigaba con fuerza. No había nadie en la línea del
metro, esperó de pie a que este llegara, me escondí en un pilar, le observaba
lo desesperada por irse, avancé lentamente hacia ella al tiempo que veía su
celular, objeto que la distrajo para no sentir mis pasos que acariciaban sus
talones. Giró al mirar la sombra de mi cuerpo reflejada en el piso, al verme
soltó el celular y la cogí del cuello acercándola a la orilla de la plataforma en
donde los rieles esperaban la llegada del metro.
-
¿Qué le hiciste, hija de tu puta madre-
-
Nada, lo juro-
-
¿Por qué estabas en su casa? Algo le hiciste,
ella me lo dijo-
-
No le hice nada, por favor no me hagas
daño-
-
Dime la verdad-
La
empujé un poco más hacia las vías, no se caía del andamio porque la sostenía de
la gabardina mientras mi otra mano seguía en su cuello. La pantalla marcaba que
el metro estaba a un minuto, y yo le seguía gritando que me dijera lo que paso.
-
Fui a su estudio a seguir con la sesión de
fotos… Al ver que era real, al sentir su belleza con el lente de la cámara, no
pude resistir, me entraron los celos y le reclamé, ella no entendía, no me
importaba, estaba furiosa. Le jalé el cabello, la aventé a la cama… Comenzamos
a forcejear-
-La
golpeaste? - del túnel nació la luz del
metro que se acercaba a nosotros.
-
No, me rasguño la espalda para que me
quietara de encima, pero no le pegué, solo le gritaba que te dejara en paz, que
no se acercara ti. Su novio llegó y nos separó… Ya no supe más, te lo juro-.
-
¿Eso es todo?, ¿no me estas mintiendo?
El
sonido del freno del metro hizo que Julieta volteara hacia él, vio las luces
tan cerca que explotó en llanto gritando -te lo juro, no miento, lo juro- y la jalé hacia mí al segundo que el metro
pasó detrás de ella, la sostuve de su gabardina, su tez se volvió pálida y el
llanto no paraba. A sus espaldas quedó la puerta del vagón.
-
Si le pasa algo, tu serás la primera que
buscaré-
Se
abrieron las puertas del vagón vacío, la empujé hacia adentro y cayó en medio,
me miró con rabia, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, muriendo en
su boca, de la cual salían las palabras – hijo de puta- pero con miedo a que yo
las escuchara. Las puertas se cerraron, me continuaba viendo por el cristal. Nos
dimos miradas que decían mucho, miradas que golpeaban, miradas que deseaban
arrojarla a las vías, miradas de que habría venganza, de que me cuidara y que
ella hiciera lo mismo. El metro avanzó y me quedé ahí, olvidándome del tiempo,
preocupado por Ana sin darme cuenta que debía de preocuparme por mí.
La
mañana se fue con el sol reluciendo al medio día, salí de la casa para ir a la
misma cafetería de siempre, al cerrar la reja veo a don Manolo saliendo del
cuarto que está en el fondo del patio. Le hablo para saludar y respondió con
unas disculpas por meterse al patio sin que yo estuviera enterado.
- No se apure, es su casa-.
-
Discúlpame Emilio, a veces me entran ganas de estar solo con mis recuerdos, y
ese cuarto es mi pequeño mundo-.
-
Lo entiendo, y no hay ningún problema conmigo. Es más que bueno que lo veo
porque le quería preguntar unas cosas-
-
¿Dime? –
-
El otro día que fuimos al café, ¿Por qué siguió al joven que discutió con su
novia? –
-
¿Qué dices?, si escuchamos un griterío y tú saliste todo loco, yo fui detrás de
ti y al salir ya no había nadie, me despedí y me piré pa bajo. No había ningún
tío-.
¿No
había nadie?, Hice una gran pausa para pensar en la recreación de la escena a
lo que me dijo don Manolo, pero entraban imágenes de cómo vimos a Sergio por la
ventana, luego Ana desbaratándose como hojas de papel. ¿por
qué mezclo mis sueños con la realidad?, respiré profundamente y continué con
las interrogantes.
-
Es que el dueño del café me comentó eso, y que también anda viendo mucho al
edificio. Dice que van varias veces que se queda en frente contemplándolo. Me
preguntó si lo íbamos a robar, le dije que ahí vivía su ex mujer porque no se
me ocurrió algo mejor que decir-.
-
Joder macho, ¿ladrón a mi edad?, Me gustó el barrio, en el tercer nivel de ese
edificio hay un piso que tiene una terracita que mola, con muchas plantas y
unas orquídeas que te cagas. A mi mujer le encantaban las orquídeas, cada vez
que veo esa terraza, encuentro una paz, y paso muy a menudo con la esperanza de
que pongan el letrero de alquiler… No pierdo nada por esperar a que eso suceda-
-
Pues habrá que decírselo al del café porque está pensando lo peor de nosotros –
-
No te preocupes, los viejos aquí son así, pero que les den por culo, no tengo
que dar explicaciones, que siga pensando que ahí vive mi ex mujer, joder...
Venga Emilio, me voy a comprar unas cosas, nos vemos majo.
Se
fue y no me dio tiempo de extender la charla para buscar más información de su
hijo y esos dibujos que solo estaban en mi soñar, aunque la libreta existe, así
que no estaba tan loco, solo debo de encontrarlos para saber que estoy en lo
correcto. Antes de eso debía de hablar
con Ana, que supiera que no vengo hacerle daño, le tengo que contar la verdad,
aunque me tache como un desquiciado.
Arribé
a la cafetería, a la misma mesa de siempre. El café con hielo me lo terminé de
un golpe cuando el cortado venía en camino. Estaba impaciente por ver a Ana, a
pesar de que los ojos me pesaban, el café ayudaba a levantarlos, no quería
dormir, necesitaba estar lúcido, por eso ayer ni hoy consumí las píldoras. Pasé
horas en esa cafetería esperando que apareciera Ana por la calle, pero el
tiempo fue muriendo lento y nunca llegó ese momento en que sus ojos azules se
vieran reflejados en la ventana. -Ya voy a cerrar- me dijo el dueño de la
cafetería, le pagué los tantos cafés que me tomé, así como los bocadillos. Salí
al frío de la noche, la cabeza me pesaba tal si fuera una roca, miré al
edificio, estaba oscuro, recordé lo de las orquídeas y no se veían por la falta
de luz, - no pasa nada- me dije y caminé un poco para despabilarme, para luego sentarme
en una banca a contra esquina del edificio para esperar.
El
frío recayó con ganas al igual que mis parpados. Empezaron los sueños que no
quería, no me sentía tan adentro de ellos por lo que no me podía despertar.
Entré al edificio, subí esas escaleras de caracol, llegué hasta la puerta de
Ana, la abrí con un objeto, no sé cuál, simplemente la puerta se abrió, cogí el
objeto y en un parpadeo ya estaba frente a la cama, en esa donde muchas noches
hicimos el amor. Al estar recostado escuché una llave entrar en el cerrojo, de
pronto una pausa que inundó en silencio el lugar, se volvió a escuchar la llave
como giraba dentro de la cerradura y la puerta se abrió temerosamente, Ana entró pegando un grito al verme, trató de huir, pero
llegué antes de que pudiera salir, la agarré de los brazos pidiéndole que
estuviera serena, ella se trataba de soltar pero le fue imposible, la puse sobre la cama y a gritos de que se
tranquilizara logré que bajara la guardia, manteniéndose quieta con el sollozar
en sus pupilas.
-
No vengo a hacerte daño, quiero que me
conozcas, te he seguido, porque te he visto en mis sueños desde hace tiempo, ya
sé que suena como una locura, pero yo soñaba contigo sin saber que existías y
esos sueños me trajeron hasta acá, eres real-
-
No me hagas daño, por favor –
Sonaron
unas pisadas subiendo las escaleras, Ana al oírlas soltó un grito que fue
cortado por mi mano, ella apretó mis brazos, no sentía nada por toda esa
adrenalina que recorría mi cuerpo o por ser solo un producto de mi descanso,
pero estaba extasiado. La voz de Sergio rompió con el silencio al igual que su
mano al tocar la puerta.
-
Ana ¿estás ahí?, perdona mi actitud del
otro día, soy un mamón… Hablé con la mejicana, esa que vino y me explicó todo,
ese tío es un loco, está enfermo, hay que tener cuidado con él, ¿me dejas
pasar? Ana...
Sergio
movió la perilla y al abrir la puerta, su vista se encontró conmigo encima de
Ana quien estaba intentando zafarse. – Hijo de puta – grito Sergio abalanzándose
contra mí, tirándome al suelo. Sentí la fuerza de sus golpes y no despertaba,
intenté salirme del sueño mas no pude por la insistencia de Sergio en atacarme,
sin dejar concentrarme. Así que respondí a los golpes, un puñetazo en la cara
lo derribó. Ana permanecía inmóvil en la cama, el llanto le deformó esas
facciones exquisitas, el rímel le corría por sus mejillas y comenzó a temblar
con la impotencia de no poder hacer nada para detenernos. Sergio se levantó,
cogió una silla aventándola en contra mía, la esquivé, pero no a su puño que
apareció detrás de ella. Me puso en pie para golpearme de nuevo, un trancazo en
el estómago, otro en la cara, Ana gritaba con el llanto a tope. Sergio me
estrelló contra el ventanal, una y otra vez tratando de romperlo con mi nuca.
Deseaba que parara este sueño el cual ya era una pesadilla, quería despertar en
esa banca de afuera, en el frío de la madrugada para irme a mi casa. Antes de
que me volviera a estrellar contra la ventana, le di un golpe en la mandíbula y
otro en la costilla doblándolo, dándome la oportunidad de agarrarlo por el
cuello e impulsar su cabeza hacia el ventanal. El impacto retumbó en toda la
habitación y el cristal recibió su primer rasguño, cuarteándose gran parte de
él. Sergio se alzó con sus puños deseosos de reventarse en mi rostro, Ana
continuaba con el llanto desbordado, pidiendo auxilio de mí o quizá de esos celos
asesinos que embriagaban a su novio, quien me miró con un enojo que hasta los
ojos le sangraban de cólera, apretando el puño, y quedó así, quieto, con la
mirada perdida acompañada de la voz de Ana que gritaba - ¡Para…, … ¿quién eres,
joder?!- Me lancé hacia Sergio para ganarle al golpe y antes de tocarlo todo se
volvió negro.
Desperté
un poco mareado, me dolía el cuello, en realidad estaba molido de todo el
cuerpo, sacudí mi cabeza como si fuese un animal para despabilarme y al
percatarme de donde estaba quedé extrañado, era un departamento que nunca había
visto- hola, ¿hay alguien aquí? - grité con voz adormilada. Salí confundido y
para mi sorpresa estaba a unos metros del departamento de Ana, su puerta estaba
abierta y acordonada- ¿qué paso?, ¿qué hice? Me preguntaba al observar varios policías
dentro del estudio. Uno salió al verme ahí parado junto a la puerta del otro
apartamento, con lagañas en mis ojos y bostezos de recién levantado.
-
Escuchó algo de madrugada?, gritos, portazos, qué se yo-
-
No, acabo de despertar ¿qué sucedió?
-
¿Qué le pasó en la cara?
-
No sé, ¿que tengo? -
-
¿Así despierta?, está muy hinchado
-
Ah, es una alegría que tengo, me tomé el medicamento anoche por eso quedé
rendido, pero creo que no se ha quitado-
-
Se ve fatal tío-
-
¿Y qué sucedió?
-
¿Aquí? Una pelea de pareja, queremos suponer-.
-
Que mal… Con su permiso, bajaré al café-
-
Venga, no se vaya lejos, que más tarde le harán unas preguntas-
-
A mí ¿por qué?
-
Es el vecino más cercano… Descuide es algo de rutina-
No
le dije que amanecí en ese piso sin saber porque, ni que tampoco es mío, seguí
con ese juego del vecino que acaba de despertar para no levantar sospechas. Qué
pudo haber pasado en el piso de Ana, me cuestionaba mientras bajaba las
escaleras. Por alguna razón que desconozco, me sentía culpable y en mi mente
trataba de descifrar que fue lo que sucedió, estaba seguro que había soñado, me
encontraba sentado en la banca en el frío, estoy seguro que dormí, pero ¿por
qué me duele todo el cuerpo? ¿Por qué tengo los nudillos reventados? ¿qué hacía
en ese departamento? Pregunta tras pregunta brotaba en mi cabeza hasta llegar a
la entrada del edificio, al salir vi en la calle pedazos de vidrios y un
manchón de sangre, miré hacia arriba, al piso de Ana y el ventanal estaba sin
cristal -madre mía, tiré al piche novio- fue lo que pensé al recordar que me
aventé hacia Sergio antes de perder el conocimiento. La impresión de ver toda
esa sangre volvió mi tez amarilla y la preocupación de haber cometido un crimen
me carcomía por dentro.
-
No pude ser yo, no soy un asesino-
Respiraba
con problemas, comencé a ver borroso, me faltaba aire y fuerzas. Caminé hasta
la cafetería y no pedí lo de siempre, preferí quitarme estas dudas que me
estaban matando.
-
¿Qué paso allá afuera? -
-
Joder chaval, tiraron al noviecito de la
tía que te mola, no saben si fue ella o alguien más, pero la chica no está-
-
¿Cómo qué no está?
-
Joder macho pues que no está, huyó o la
secuestraron-
La
cabeza me daba vueltas, salí del café sin oír nada, mis oídos se bloquearon y
mi andar trastabillaba. Ana desapareció, era lo único que cabía en mi mente, ¿y
si fue ella la asesina? no, no ella estaba en la cama. Si no fue un sueño,
recuerdo vagamente que yo me encontraba frente a Sergio, al ir sobre él todo se
nubló, Ana no pudo ser, aparate para que me metería al departamento de sus
vecinos, ¿y si fueron ellos? Ahora me cuestionaba quien vivía en ese estudio.
Me daba miedo regresar porque la policía me iba a interrogar, sin embargo,
debía hallar pistas para saber quién lo hizo.
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